martes, julio 17, 2007

Carta abierta a un hombre triste que no reconoce serlo

No me convence tu felicidad. Tu sonrisa, que tiene la marca de la tristeza, no se hace creíble, no por falsa sino por falta de sustancia.
Por que la sonrisa genera ser. Ya se dijo que el lenguaje lo hace, yo digo que la sonrisa lo confirma. Tu sonrisa no tiene esa mirada de alegría que hace sonreír, parece atravesada por un dolor continuo, por una resignación que no alcanza a traer paz. Tu mirada no es refugio, mas parece llamado de auxilio. Tos ojos no me invitan a cobijarme, sino que me llaman a contener penas oscuras y silenciosas.
Tus ojos profundos, mas no de experiencia, parecen como movidos por un mar de lágrimas contenidas, no derramadas a tiempo por el miedo a la vulnerabilidad.
No me convence tu felicidad ni tus celebradas fiestas, por que carecen de peso. No celebran existencias, sino que intentan sustentar la tuya. Sin tradición, sin fin que te trascienda, tu fiesta se transforma en música, baile y bulla. Siendo que el todo es más que la suma de sus partes, tu celebración no pasa de ser reunión. Tu música no celebra ninguna victoria, ni conmemora la tristeza de una derrota, tu baile no llama a la historia a hacerse presente y tu bulla no despierta el espíritu festivo de quienes la observan.
Derrama tus lágrimas y reconoce tus penas, por que las no demostradas son las que te persiguen. Antes de pretender sonreír, asume tus llantos y despeja tú alma, por que nublada así como esta, no te deja regocijarte de la alegría de existir.
A ti, hombre triste, te creo capaz de alegrarte, pero debes llorar los dolores para despejarte de ellos. No me invites más a festejar, mas invítame a cerrar tus heridas.

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